La niña dio todo lo que tenia, se atrevió con altos tonos y grandes frases mientras no dejaba de mirarle.
Aquel viejo, tan quieto, recordó en esos momentos la vida que un día tubo y se dio cuenta que aun todavía la echaba de menos.
Ella le había hecho revivir lo que creyó había olvidado.
Esa voz le hizo rejuvenecer.
Se vio a sí mismo con la que después seria su mujer, se vio a sí mismo desde fuera, se vio a través de aquel hilo de fina voz que nunca había querido escuchar. Esa voz que le hizo, sin poder evitarlo, esbozar una sonrisa.
La niña que no quiso soltar ni una lagrima siguió frente a él, firme, tan guapa, tan pequeña, tan dulce.. No la hacia falta mas que esos grandes ojos brillantes y esa mágica melodía que lo envolvían todo. La habitación se hacia cada vez más pequeña, hasta que solo quedaron ellos dos.
Una vida que ahora se daban cuenta habían malgastado, ella por haber sido muda y aquel viejo por no haber querido escucharla.
Por un instante fueron algo real, fueron ese padre y esa niña que seguían vivos. Ese vinculo que no tenia que haberse roto. Fueron uno, compartieron la misma lagrima que recogieron antes de caer al suelo.
Aquélla niña se sintió grande, querida.. Y a la vez no pudo dejar de odiar a aquel señor que no reconocía como padre.
Ahora ella canta donde la voz no se llega a oír. Cada vez que vuelve a interpretar esa misma canción nada es lo mismo pues ahora solo piensa en él, en aquel viejo al que un día vio llorar, aquel señor que sin ser del todo weno tampoco fue el peor si no que no fue nada. Solo era su padre, solo eso.
1 comentario:
No se te fue la olla
Es precioso
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