10/1/17

Estela..

María abrió la puerta. Al otro lado una sombra, pequeña, quieta. “Quién es? Quédese fuera”. Asustada su voz como el latido que se oía llegar desde su muñeca. Ella una mujer discreta. Elegante de puertas para afuera, en su casa, chándal y una bata cualquiera. La sombra silenciosa parecía estar muerta. Silencio. Atención a los ojos de ella. “Soy yo” y María hizo con la mano un gesto de “entra”. En el salón una mujer sorprendida y una mancha negra. Le ofrece un café y la sombra lo deniega. “Vengo a hablarte de Estela” Susurró la sombra acercándose a ella. “Lo se, espera”. Se levanta María y ya en la cocina abre la nevera. Saca una tarta de ella y coge una cuchara sopera de un cajón de la encimera. Entra en el salón, de nuevo se sienta. “Está bien? Que ha sido de ella?” Pregunta la mujer que hoy se salta la dieta. Come como si esa tarta de aspecto dudoso estuviese buena. Le tiemblan las piernas, las cruza cuando se da cuenta y desvía la mirada hacía la puerta. “Estela quiere verte y me envía a mi para proponerte ir a verla”. La sombra sigue quieta, no tiene rostro, ni brazos, ni parece que quiera. Se pone de pie y María se come de un bocado el último trozo de tarta que queda. Ambos van a hacía la puerta. María, que anda detrás de la sombra, puede ver la calle a través de ella. Es de noche y un niño en la calle grita “ hace un frío que pela!”. Caminan en línea recta, la sombra puede que vaya desnuda y María lleva la bata abierta. Llevan una hora andando cuando ella pregunta “ cuánto queda?”. La luna parecía ser más pequeña, las estrellas que nunca se ven forman ahora extrañas formas geométricas, se oye el silencio y el frío aumenta. “Cuando estés preparada, habremos llegado” Comenta la figura negra y después de decir eso vuelve a quedarse quieta. María observa, sabe que conoce ese lugar pero apenas se acuerda. Ya no hay casas, solo árboles con ramas que se enredan. “Dónde está Estela?” y la sombra se da la vuelta, poco a poco María ve como desaparece esta dejando una señal en la tierra que parece ser una flecha. La sigue y a poca distancia puede ver como alguien le observa. “María!” grita una voz rota al otro lado de una verja. Ambas se acercan. Se reconocen, se abrazan y lloran las mismas lágrimas mientras en las mejillas se besan. “Has tardado más de la cuenta” comenta Estela. “He alargado este momento tanto como me ha dejado que lo hiciera” responde María secando las lágrimas con su bata vieja. Y entran, las dos, en una casa de madera. Al fondo un sofá y una chimenea. “Café?” “Prefiero, si tienes, cerveza” Se hace de día a través de la ventana abierta. Cae el sol entre risas y recuerdos que ambas recuerdan. Se asoma de nuevo la luna cuando María espera una respuesta : “Cuánto me queda?”. “Tengo tantas cervezas como quieras, tenemos miles de historias a medias, en el porche sigue habiendo leña y este momento durará lo que nos duren las fuerzas” dice, con una sonrisa en la cara, Estela. Se cogen las manos y siguen la fiesta.

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